viernes, 27 de julio de 2007

2005

Fotografia portada catalogo Paté




Catalogo "Sitio 9 "2005
Museo de Arte Contemporáneo Valdivia, Chile
Textos:
Presentación Antonio Guzmán Curador de la muestra
NOVELAS NEGRAS Avaro Bisama
ASEDIO ESTÉTICO Ricardo Loebell critico de arte

Sitio 9: siete artistas de Valparaíso
PRESENTACIÓN

El Puerto de Valparaíso ha sufrido transformaciones y remodelaciones, operaciones de reciclaje y maquillaje, para integrarse o mejor dicho instalarse dentro del contexto que significa ser una ciudad nombrada Patrimonio de la Humanidad.
El Puerto de Valparaíso ha sido por mucho tiempo considerado el primer puerto de nuestro país, posee 8 sitios de atraque, para carga y descarga marítima de
mercaderías que vienen y van desde y hacia otro países, también es aquí donde ocurre el desembarco de pasajeros e inmigrantes que han llegado a nuestro país y que en muchos casos han activado el comercio y la cultura. El proyecto "Sitio 9" quizá como lugar cosmopolita en cuanto a carga y transferencia se refiere, es una ficción-portuaria, un lugar que no existe. Como metáfora del lugar fallanterelacionado con la nueva institucionalidad cultural que se instala en esta ciudad - puerto, el verdadero lugar faltante, dentro de toda esta remodelación y reciclaje como gran ausente en Valparaíso es el Museo de Arte Contemporáneo, el sitio museal inexistente en nuestro puerto y que permitiría desarrollar una historiografía basada en las identidades plásticas regionales. A partir de esta idea se genera el proyecto pictórico como búsqueda de un lugar, de una casa que recoja estas historias de puerto, que pretende llevar en viaje el imaginario de esta ciudad-puerto y con ello la problemática pictórica tensionada en este caso al trabajar bajo el concepto de sitio específico, modalidad que nos hace pensar el lugar de partida y el lugar de llegada de las obras, lugar que acoge y dialoga con las obras de un puerto a otro, los siete artistas viajan a otro lugar otro puerto llevando consigo un imaginario visual personal, donde la ciudad-puerto ha marcado una identidad, y es esa identidad y ese imaginario visual referido a la ciudad la que estos artistas presentan como cara visible, alejados de un imaginario y un discurso muchas veces nostálgico y cliché. Este proyecto reúne a siete artistas, Patricio Bruna, Jaime Garnham, Antonio Guzmán, Mario Ibarra (Paté), Edwin Rojas, Luis Salas Van der Meer y Pablo Ligarte, pertenecientes a una generación de artistas formados en la Región de Valparaíso y que han persistido y mantenido una producción constante y en diálogo con las propuestas y lenguajes pictóricos internacionales. Este grupo sin ser un colectivo con un planteamiento y lineamento homogéneo es, por el contrario, una conjunción puntual y heterogénea, tanto en la propuesta visual como en la particular visión de sus creadores.

Antonio Guzmán
Curador del proyecto "Sitio 9"


NOVELAS NEGRAS

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CONTAINER

Cosas que contiene, que cargan y se descargan en Sitio 9 (que son Ibarra & Rojas & Guzmán & Bruna & Salas & Garnham & Ugarte) : inmensos cuadros de vistas secretas a la bahía, cuerpos de detenidos desaparecidos, mapas de la V y la X Región, planos de iglesias, fichas, sistemas de colores, líneas rojas que cruzan universos en conflicto, ballenas soñadas por durmientes, más mapas, gente aterrorizada, blancos nocturnos señalados para disparar y matar, la línea del horizonte dibujada como un agujero negro, fotos carné, trajes ceremoniales que parecen mortajas, un King Kong con testículos gigantes, cuadros dentro de cuadros, polaroids de la muerte, materiales de construcción, avisos de fragilidad, sangre, robots asesinos que cargan con mujeres desnudas, garabatos, sillas hechas con pedazos de cuerpos humanos, pemiles, copas rotas, manchas difusas que pueden ser fantasmas, preguntas no resueltas, versiones locales del expresionismo abstracto, planos dameros, cartografías ciegas, más mortajas, vestimentas sin dueño, unas cuantas vistas del infierno, imágenes horrorosas, citas a cuadros clásicos, momentos muertos, más ballenas -esta vez embistiendo pequeños botes de pescadores desprotegidos-, la Ratonera, palabras al azar que pueden ser gritos o plegarias o mantras, ninguna, absolutamente ninguna imagen del cielo.

-2-

MEMORIA Y CRIMEN

No deja de ser sorprendente que en Sitio 9 todos los pintores pinten. Lo anterior es una tautología pero tiene algo de sentido: en una industria cultural donde lo conceptual se consume como un virus, una vacuna y un canon, la pintura y su artesanía se ofrecen como actos de nostalgia y resistencia. En tanto lenguaje venido a menos, es el vehículo ideal para describir una ciudad venida a menos. Así, se pinta para escapar de la postal, aquellas imágenes patentadas/narradas por Aldo Francia & Gitano Rodríguez & Carlos Hermosilla & Neruda & Edwards Bello.
Se pinta para desmentir ese silencio de Bartleby de Couve, su vacío, su callejón sin salida.
Se pinta para recuperar a Manuel Rojas (que en tanto escritor, resolvió todos los problemas de Couve, antes incluso de que Couve supiera pintar o escribir) , aquel punto de inflexión entre la modernidad y el horror local.
Se pinta en tanto lucha, en tanto guerrilla. Una guerrilla que por cierto no puede
vencer, que está derrotada, que fue devorada por la Historia. Hay en Sitio 9 una matriz generacional que es testimonial y terrible: la sensación de que todos los trabajos son facturados por sobrevivientes de guerras privadas que por qué no, también pudieron ser públicas. Gente que parece astronautas perdidos en el espacio o, mejor y peor, náufragos a la deriva que ven desde el mar como la costa, el puerto que conocían, fue asaltado por piratas o padeció una guerra civil y está en llamas y escombrado.
Para ellos la pintura opera como la huella fantasma, como la polaroid de una ciudad que no sabe c
ómo recordarse. Como un acto mnemotécnico. Los colores son cuerpos arruinados, objetos en desuso. Valparaíso como la Cómala de Rulfo: fantasmas relatando historias de fantasmas en un pueblo fantasma. Y todos (Ibarra & Rojas & Guzmán & Bruna & Salas & Garnham & Ugarte) son los hijos extranjeros de Pedro Páramo, los fantasmas que se encuentran con el espectador y lo conducen por un Valparaíso que es un círculo menor del infierno. O los anfitriones que de un museo de cera.
O los dependientes de un sex-shop donde se venden art
ículos para pervertidos. Son tos habitantes de un lugar donde algo se rompió, nadie sabe bien qué. Por eso los artistas de Sitio 9 pintan para recordar la fractura. Pintan para narrar la catástrofe. Para ficcionar sobre el punto de quiebre. Para buscarlo. Hay algo utópico y algo desesperado ahí. Un gesto. Una proclama. Un grito de ayuda. Una mueca irónica. Una utopía. Porque en cierto modo, la exposición se hace cargo de una ciudad que no existe, que se borró hace tiempo. Intenta recomponer los fragmentos sueltos de ese olvido. Y sí, más que las obras individuales de cada artista, importa el todo: un mapa de referencias donde se construye un laberinto para acceder a la memoria.
Sitio 9,
en ese contexto, posee una lógica policial: los cuadros son las pistas que sirven para desentrañar un crimen cometido hace tiempo y del que nadie tiene memoria. Un crimen cometido en la ciudad, donde hay que proceder a ejecutar -o a pintar- una autopsia.
En Valpara
íso la pintura es una novela negra.

-3-
INCENDIOS

Escribo esto mientras la ciudad se incendia, en un día de lluvia que a la vez puede ser un día de calma. Hace dos semanas, una casa abandonada ardió en el Cerro Concepción. La estaban restaurando pero algo pasó y la casa se quemó. Hace dos días, unos vándalos prendieron fuego al ascensor Cordillera. Ambos eventos sucedieron de noche, componiendo -en imágenes yuxtapuestas que pueden aspirar a fundirse- micropostales de la ciudad: escombros, maderas carbonizadas, calaminas por el piso, vidrios rotos, barro. Es el presente de un lugar en perpetuo desastre, la catástrofe de un imaginario colapsado por la postal que lo devora y a la cual no se puede acomodar.
Valpara
íso es en cierto modo una zona de guerra, donde se pelean y se destruyen las miradas que el país ha construido sobre sí mismo en los últimos años: realismo frente a vanguardia, el decorado de cine versus el horror real, el fuego espectacular versus la memoria, el tránsito de los ciudadanos versus el olvido. Y lo que más interesa de Sitio 9 es, tal vez, la lucha contra ese olvido. Frente al fuego que devora la ciudad en una permanente y secreta conspiración, Sitio 9 exhibe, los fragmentos de las pesadillas rotas de la bahía, su resaca simbólica. En cierto modo, la ciudad expuesta en Sitio 9 ya ha desaparecido, se ha incendiado, se ha vuelto ceniza. Sobreviven algunos papeles, retazos de ropa, fotos antiguas. Lo que antes eran casas -la sólida arquitectura de nuestra identidad- ahora sólo son vigas quebradas suspendidas en el aire por puro azar, habitaciones que ya no existen, muros invisibles que dejan pasar el aire.
Los artistas de Sitio 9 (Ibarra & Rojas & Guzm
án & Bruna & Salas & Garnham &Ugarte) lo entienden con mediana claridad. La exposición indaga en lo queda de la ciudad después de su incendio: recuerdos falsos, personales fábulas de reconstrucción. Cuando la casa ya no está, cuando ha sido consumida en una hoguera, su versión ficcional -deforme, arbitraria, azarosa- la reemplaza, asegurando su permanencia. El recuerdo es el relato del cuerpo carbonizado que reemplaza al cuerpo carbonizado.
Si esto fuera una pel
ícula, si tuviera un final feliz, la ciudad falsa salvaría a la verdadera.
Los relatos como formas privadas de rehacer una ciudad quemada.
De protegerla -si se puede- de los fuegos venideros.
Una historia que me contaron: un amigo subi
ó al Cerro Concepción a ver cómo había quedado la casa después del incendio. Dio vueltas por ahí y sacó fotos y miró la escena del crimen. En medio de eso se topó con unos obreros, los maestros que estaban cargo de su restauración. El incendio, además de acabar con la casa se había llevado todas sus herramientas, desde los sopletes hasta las pequeñas ollas donde calentaban agua. No les había quedado nada.
Ahora que lo pienso, en cierto modo esos obreros y estos pintores se parecen. La casa quemada y Sitio 9 son id
énticos. Están los mismos elementos: un lugar carbonizado, herramientas desaparecidas o rotas, una larga lista escombros, el recuerdo como única reparación posible, las sensaciones encontradas de melancolía, rabia y desconsuelo; y por supuesto, los colores del horror, de un horror sordo, un horror progresivo que ataca como una enfermedad terminal.
Un horror porteño.

Alvaro Bisama
Cerro Alegre, septiembre del 2005




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The clinic
Nº Especial, año6
27/01/2005
Alvaro Bisama

(Fragmento)
Uno. Perros negros envenados. El cuadro de Mario Ibarra que veo en su casa de Valparaíso. Perros negros salen del trasero de un hombre. Los perros son cachorros. El hombre está de espaldas, desnudo en su cocina. El suelo está lleno de los perros que son representados como manchas sanguinolentas y húmedas, trazos gruesos con salpicaduras de sangre que parecen romper la textura o la verosimilitud de la tela tal y como ese cuento de Cortázar, "Carta a una señorita en París" lleno de conejitos vomitados en el piso. El cuadro de Ibarra es semejante. Todo sucede en una cocina. El hombre está rapado y los detalles de la luz son perfectos y bien cuidados pero el cuadro se desarma mientras el espectador se acerca a su centro, al agujero negro que son los perros que pueden ser una pesadilla de la que no quiere salir, de la que no puede despertarse.