domingo, 27 de mayo de 2012

PINTURA LATENTE


jueves, 2 de febrero de 2012

OBJETUAL




OBJETUAL
Justo Pastor Mellado

LA HIPÓTESIS DE ENCUADRE.

SENTIMENTAL es la primera exposición de encuadre que tiene lugar en el Parque Cultural de Valparaíso (PCdV). El concepto de encuadre delimita y expande, a la vez, lo que se puede entender por una exposición en una institución que combina un centro cultural, un centro de arte y un centro comunitario. El encuadre delimita porque practica una lectura de un proceso significativo de productividad social local, como lo es el objeto de la primera gran exposición que tendrá lugar entre enero y marzo del 2012. El encuadre permite expandir la lectura en la medida que se ocupa del contexto en que ocurren los procesos, de manera singular, en la frontera formal que consolida el fuera-de-cuadro. Las cosas y los procesos micro-sociales adquieren relevancia, también, por el esfuerzo invertido en colocarlos en dicha posición. De modo que un encuadre es una hipótesis que organiza un campo de trabajo, porque se presenta como un punto de partida editorial.

Para producir el montaje de este encuadre editorial e intervenir en dicho campo de trabajo, que es el imaginario porteño, puse en movimiento tres conceptos: Cuerpo, Palabra e Imagen. Esta no es una asignación a-priori, arbitraria, impositiva, sino que proviene del reconocimiento analítico de determinados relieves y estratos que configuran la superficie simbólica del territorio local. El cuerpo se repliega para resistir condiciones de habitabilidad, designadas como un malestar por una palabra que repercute de manera reparatoria en la edificación de una imagen.

SENTIMENTAL es el primer encuadre. ¿De qué se trata todo esto? De poner en escena la sentimentalidad porteña, a partir de la consideración de tres coreografías sociales
significativas que hilvanan la política de resistencia de los cuerpos locales. Se resiste ante la fuerza que constriñe y desnaturaliza las condiciones de habitabilidad. Por política, aquí, simplemente hay que entender la práctica orgánica mínima que reproduce situaciones de permanencia y de inscripción social. Esto supone el manejo de un concepto práctico desde el cual sistematizar las experiencias diversas a través de las cuáles una cierta “porteñidad” combate el “malestar de la cultura local”. Estas experiencias se instalan y construye respuestas que se instalan como iniciativas colectivas reparatorias, altamente reglamentadas. Estas iniciativas contienen la amenaza de un desborde pulsional, mediante la invención de un tipo de asociatividad destinada a la reproducción del objeto que las constituye: el baile. De este modo, si hay baile, hay culto del cuerpo; es decir, un cuerpo que se oculta en el cultivo de sus desbordes, inmediatamente reducidos y contenidos por la acción de protocolos de gestión del movimiento, produciendo un tipo de manejo de la gestualidad que edifica rituales públicos, de alto contenido relacional.

Es así como desde el equipo del Parque hemos concebido esta articulación, que debe contemplar una expresión visual (museografía), una política de asociatividad (relaciones comunitarias) y de unos mecanismos demediación (que combinan dispositivos de intervención social y acciones educativas) que serán levantadas desde el reconocimiento del diagrama implícito en las prácticas coreográficas mencionadas. En definitiva, se trata de convertir en una propuesta expositiva compleja, la regulada retórica corporal sobre la que se construye la sentimentalidad porteña.

CUERPO, HISTORIA, TERRITORIO.

A comienzos del noviembre del 2011, en el teatro del PCdV, en una sesión fuera-deprograma del Festival Puerto de Ideas, intervino el eminente sociólogo francés, Marc Augé, cuyos textos han sido suficientemente trabajados en espacios académicamente abiertos de las ciencias sociales. En ese encuentro fueron planteadas dos cuestiones que no dejaron indiferente al público. La primera, referida a una expansión conceptual que se instaló la hipótesis de que el destino simbólico de una ciudad se verifica en las prácticas de producción de la vida misma de sus habitantes. La segunda cuestión tuvo que ver con el combate de una noción autoritaria que ha promovido la musealización de la ciudad; es decir, la conversión de la ciudad en un espectáculo para la industria del turismo.

El encuentro con Marc Augé condujo la reflexión hacia una comprensión de ciudad en que se forzaba el término museo para describir una derrota simbólica. Si lo musealizable es esa derrota simbólica, entonces, los movimientos sociales quedan excluidos de la conciencia que se puede tener de un concepto dinámico de territorio simbólico. Justamente, desde la práctica de conducción del PCdV, lo primero que pensé fue en combatir la sola posibilidad de escenografizar las representaciones de la vida cotidiana, trabajando una expansión conceptual que significa pasar del casco histórico, como categoría territorial urbana, al de cuerpo histórico, como dimensión simbólica anclada en el territorio.

La habitabilidad se entiende como el modo cómo los habitantes construyen y concretan un imaginario corporal, en una temporalidad y en una espacialidad determinadas. Pero sobre todo, de los cuerpos que resisten. Lo vuelvo a repetir. Entonces, decimos que el reconocimiento simbólico de Valparaíso se materializa en la corporalidad de sus habitantes. Por eso he montado esta hipótesis de las coreografías sociales, tal como la he formulado en el ciclo SENTIMENTAL.

En el fondo, esta es una manera de disolver la frontera entre “alta” y “baja” cultura, porque implica apelar directamente a los comportamientos de la cultura corporal de la población, manifestada en el baile y el canto. Es decir, en Valparaíso, las cuestiones existenciales fundamentales se juegan en unos determinados bailes y unas determinadas maneras de cantar. De este modo, el bolero, la cueca, el tango, son los formatos en que se expresa el “cuerpo histórico” de Valparaiso. Ahora bien: esas coreografías poseen una gastronómica correspondiente, que consolida una cultura popular urbana determinada.Pero de lo que hablo es más que un recetario o una guía de picadas. El baile, la cocina, la convivialidad, convoca a las comunidades.

OBJETUAL es a SENTIMENTAL, lo que una condensación es a un desplazamiento. El objeto, en el contexto de las artes visuales de Valparaíso, se entiende como portador de carga afectiva que sanciona una representación de temporalidad residual, difícilmente adscrita a una modernidad recompuesta por la construcción de un recuerdo. Las imágenes de Joris Ivens repercuten en la masa crítica de los artistas, como un argumento que opera trayendo consigo la confirmación de un pasado que no cesa de ejercer el dominio de su insuperabilidad. La invención del recuerdo contemporáneo le atribuye a ese pasado una intencionalidad de carga que el propio pasado nunca estuvo en medida de sostener. Los objetos que pueblan el interior de los hogares son reconocidos como la marca fantasmal de la continuidad frustrante de un viaje interminado, por interminable. Sin embargo, es el mismo suelo. El objeto señala un rumbo donde el deseo de reparación absoluta intenta restituir lo que no pueden ser más que ruinas. Frente a lo cual, la relatividad de la merma es apenas tolerada como una insuficiente compensación por abandono. Lo cual establece las bases para el desarrollo de una singular narración sobre el rol de la represión original, en que un suceso mítico tiene lugar en una especie de pasado puro, que aunque nunca fue presente sin embargo define el gozo del sujeto, que troquela el modo de satisfacción y hace que éste intente en vano repetir esta experiencia de gozo primordial, que resulta ser por definición, lo perdido; siendo el objeto, en definitiva, el objeto de deseo inalcanzable, cuya materia es la propia textura del lenguaje.

EL AGUA, EL AIRE, LA PASIÓN.

Una de las escenas decisivas en “A Valparaíso” (Joris Ivens) es aquella en que un grupo de pobladores discute sobre el acceso al agua potable y a la vivienda. La circulación de la palabra tiene lugar en un descanso horizontal, a media ladera. Existen los grandes viajes transoceánicos, y los pequeños viajes, arriba, abajo. Entre medio, un descanso aparente, la cancha de futbol, dispuesta solo para anticipar el trayecto del balón, cuesta abajo. Su función retórica satisface el deseo de definir, aún más, a nivel del suelo, la dialéctica del ascenso y del descenso; de manera análoga, los volantines, con imágenes impresas en xilografía, dibujan en el aire esa misma dialéctica del ascenso y del descenso. En esta lógica vertical, se desenvuelve la trama sinuosa que sostiene el traslado de los cuerpos, jadeantes. Los pasos marcan la conquista del terreno, escalón por escalón, centímetro a centímetro. La maquinaria del cuerpo y la maquinaria del ascensor se alternan para distribuir las fuerzas de amarre de la subjetividad cotidiana. La cuestión del agua convierte el film en la exposición de un equilibrio imposible que permanecerá ajeno a toda ley de compensación. La reunión es conducida con la cobertura de una Junta de Vecinos. El film fue realizado en la época de la institucionalización del término, en la vida política chilena, como un elemento regulador en el triángulo amenazante de las luchas urbanas, completado por los términos loteo brujo, toma de terreno y operación sitio. En esa articulación, la dialéctica del transporte contradice las competencias de la autoridad urbana: agua, luz, alcantarillado. Todo, aquí, designa una temporalidad contradictoria en la que los aspectos aluvionales de la vida social deben ser contenidos mediante sublimadas formas de control. El adelanto se verifica en el establecimiento de condiciones jurídicas para el dominio de un territorio, en léxico de hoy, vulnerable, en un marco de movimientos de masas que se asemejan a grandes maniobras militares, en que hay avances, retrocesos, y a veces, treguas.

Chris Marker ya había escrito que las escenas del plan se condensan en una placa de entidad bancaria, mientras que las escaleras facilitan el acceso al cielo. La moneda dura está abajo, mientras que en la cima, los pobres; más aún, los pobres de los pobres –les pauvres des pauvres- porque las colinas están en su contra. Entonces, ¡a qué precio, la voluntad de vivir! Es aquí, que para fijar una fenomenología de la residencia, en casas triangulares imposibles de amoblar, aparece la función retentiva del objeto. Las casas poseen repisas donde se ordenan los souvenirs de Casablanca, los souvenirs de Singapur.

Las repisas son plataformas hogareñas para la exhibición de las pruebas mínimas de un viaje, e instalan la distancia con lo que estando fuera, sin embargo determina los flujos y las movilidades de los sujetos. ¿Cuántas casas no son como souvenirs de viejos navíos, hasta que no soportando más, se vuelven ellas mismas , navíos varados, sometidos a las leyes del desguase, que anticipa la degradación y desmantelamiento de los lazos sociales.

martes, 18 de agosto de 2009

viernes, 27 de julio de 2007

1986


Diario La tercera 24/11/86
Fue galardonado con premio municipal
Fuerte influencia italiana se advierte en nueva pintura
Destaca artista Alvaro Donoso

VALPARAÍSO (Berta Morales, corresponsal).- Pintor, grabador, dibujante, poeta y escritor, pero por sobre todo un hombre que ha dedicado su vida a la difusión de la plástica y a incentivar nuevos valores es Alvaro Donoso, director desde el año 59 de la sala "El Farol" de la Universidad de Valparaíso, a quien la Corporación Cultural de la V Región concedió el premio 1986, en la categoría personal, galardón que recibirá el jueves 4 de diciembre en una ceremonia en la Casa de la Cultura en Viña del Mar. El premio se concedió por su eficaz contribución al desarrollo cultural de la región y la importante labor docente en su especialidad.
Ya en 1968 uno de sus grabados fue adquirido por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, Estados Unidos, donde sigue en exhibición; también grabados suyos forman parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes.
AGRADECIDO
Encontramos a Alvaro Donoso en la sala "El Farol" que ya se ha transformado en su segundo hogar y ahí nos dijo: "La verdad es que he recibido muchos premios, pero éste es el que me causa una mayor satisfacción, porque ' es un reconocimiento a la labor cultural iniciada en 1960, organizando exposiciones, como jurado de concursos, ayudando a surgir nuevos valores. Realmente estoy muy agradecido de la Corporación Cultural dé la V Región".,De todas las expresiones del arte que cultiva, nos cuenta que le atraen más la pintura y el dibujo, aunque también ha tenido aciertos literarios y teatrales.
INFLUENCIAS
Viviendo en estrecho contacto con los jóvenes valorea de la pintura.. Alvaro Donoso reconoce que en los últimos dos años se ha registrado en la zona un repunte cultural. "La mayoría está muy influido por el transvanguardimo italiano o neoexpresionismo, pero esperamos que e través de esta influencia adquieran tu propio estilo, porque no podemos incorporar a nuestro arte una realidad tan diferente como la de Italia".
LOS NUEVOS
Dentro de los nuevos valores, que aseguró darán mucho que hablar en el futuro en Chile, destacó a Mario Antonio-Ibarra Catalán, a quien calificó como uno de los más importantes de la nueva generación en la pintura; mientras que en la gráfica están Jorge Barbagelatta y Juan Zúñiga Contreras y en la escultura Iván Cabezón.
En cuanto a consejos para quienes recién se inician, señaló que lo primordial es mucha constancia. "Una obra -dijo- consista en 90 por ciento de transpiración y 10 por ciento de inspiración".
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Diario El Mercurio-24/11/1986

Pioneros de la "mala pintura" en Valparaíso.—
Los 14 que se atreven
Por Eugenio Rodríguez
Fotos de Roberto Gutiérrez

El crítico Ricardo Bindis habló de "una explosión que entusiasma por su valentía y polémica posición", al comentar la muestra "La última playa", 14 Pintores Porteños, que se presentó durante septiembre en el Instituto Cultural de Las Condes en la capital.
La misma muestra está abierta al público desde el martes 4 (hasta el 4 de diciembre), en la Sala de Viña del Mar, de Arlegui 683 para que el público de la Va Región vea estos valores de la pintura porteña concentrados y no dispersos como en exposiciones anteriores.
Los 14 nombres (en orden alfabético) son: Eduardo Ahumada,, Ana María Bórquez, Juan Brito-Pastor, Eduardo Esteban Carametro, Rober-to Cárdenas, Catalina Espinosa, Antonio Guzmán, Mario Ibarra, Espe-ranza Kalajzic, Patricio Maureira, Andrés Merino, Andrés Montenegro, Edwin Rojas y María Ester Saldivia.
El rango de sus edades fluctúa entre los 23 y los 30 años, aun cuando hay alguno que tiene "algo más". La mitad de ellos nació en Valparaíso o la región. Los otros en Santiago y hasta en Punta Arenas. Residen y trabajan acá, pero lo que más les une es la "escuela" pictórica, la inquietud de hacerse universales desde la provincia y hasta los detractores que desde los rincones disparan dardos envenenados contra estos cultores de la llamada "mala pintura".
El germen grupal estuvo en las aulas de la ex Academia Pedagógica, hoy Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación, en torno a José Basso.
Pasan por una etapa de entusiasmo desbordante. Unos se saben y otros se sueñan con el talento suficiente para remontar la gruesa corriente contra la cual el artista siempre estará luchando. "Desean nutrirse del ambiente callejero", como escribió Ricardo Bindis, "y se expresan plásticamente con la más atrevida expresividad".
Hicieron eclosión en la Bienal Internacional de Arte de Valparaíso 1983, oportunidad en la cual todos los que se presentaron fueron seleccionados. Ese es un hito que marca el inicio de esta escuela, según su decir. Luego se siguen agrupando, porque en ese tiempo no se juntaban
todos los que hoy van de la mano pop la vida y las exposiciones. Y las puertas siguen abiertas, porque al grupo pueden unirse todos que se sientan interpretados, dicen.
Se congregan en torno a Pepe Basso para conversar, intercambiar puntos de vista, escarbar en la historia del arte, decirse cosas. Lo hacen en un taller, en la calle, donde sea. Pinta cada uno sus propias inquietudes y angustias, pero cohesionados en ésta, que ha sido calificada como la primera escuela de pintura porteña en muchos años, algo que no se veía desde los tiempos de Camilo Morí y los suyos.
"La última playa" —que no habrá de ser la última muestra, se supone— los tiene a todos juntos en Viña del Mar. ¿Será otro hito como el de 1983? ¿Qué cosecharon de su paso por el Instituto Cultural de Las Condes y qué esperan de la Ciudad Jardín?.


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Diario El Mercurio de Valparaíso- 06/10/86

Comentario.—
Octavo Concurso de Arte Joven 86

Nuevamente hemos tenido oportunidad de apreciar el resultado del Concurso Nacional de Arte Joven organizado por la Universidad de Valparaíso en su octava versión. Lo presentado corresponde a una mínima parte de lo que concursó donde al decir de un integrante del jurado en el catálogo "de la maestra: "... Comparece de manera predominante la pintura, en menor medida la escultura y casi sin presencia las realizaciones dé la gráfica...". Agrega: "... La gráfica y el grabado no son sustantivos ni sustanciosos en el conjunto escogido...". A estas acertadas opiniones agreguemos que el resultado general es discreto y no ofrece obras y figuras que den la necesaria notoriedad a un concurso destinado fundamentalmente a gente joven.
Analicemos algunas obras concursantes y premiadas:
Juan Godoy (mención). "Obra cultural de recomposición", emplea materiales de mala calidad y muy poco plásticos con el uso de figuras históricas no consigue sostener una imagen coherente.
Peter Kroegel (mención). "Cuatro tablas para Valparaíso", es una obra de tipo mural, plana, predominan los colores grises y .ácidos con elementos en dispersión.
Mario Antonio Ibarra C. (mención). "Se abrió la ventana". Se destaca por la sensualidad y hasta la brutalidad de las expresiones, su pintura es de lo mejor en el concurso. El artista se sitúa como de lo mejor que produce la plástica regional. Los defectos del dibujo son superados con creces por la intención y por la fuerza del colorido. Su obra se sitúa acertadamente entre la figuración y la expresión con marcados signos de erótica sensualidad.
Eduardo Ahumada (mención). "Niño de población y Arcángel". Es evidente el desarrollo de este joven valor artístico de una marcada trasvanguardia que le valió antes otro reconocimiento. Ha evolucionado a una expresión mucho más personal, situando sus temas en un ambiente que es una interpretación de Valparaíso. Le cabe si desprenderse de una influencia chagaliana evidente.
Omar Gática. Se nos presenta con un díptico que muestra un claro descentramiento de la expresión. Situado dentro de la trasvanguardia refleja un carácter y una personalidad muy particular que lo sitúan entre los mejor de la plástica chilena actual.
Susana Cox. Con sus bailarinas (tríptico) resulta acertada en tres pinturas de pequeño formato en que utilizando una temática muchas veces realizada en el pasado logra hacer con el tema una composición y expresión individual con un acertado fondo texturalizado en que sitúa sus personajes en movimiento.
Diego Hernández, muestra lo que se llama una mala pintura y si ese fuese el objetivo está plenamente conseguido tanto por el nía! uso del color como la insinuación de una idea religiosa, lo que no cambia en nada la calidad total de la obra.
Gonzalo Ilabaca aparece reiterativo sin una necesaria evolución de lo que está pintando de hace años. Lo observado es inferior a sus obras trabajadas sobre latón y que tanto le caracterizan.
Jaime León se muestra como un artista plenamente maduro como lo hemos apreciado en otros concursos, es otra figura destacada de la plástica joven nacional. Su participación en el concurso y su presencia en la zona contribuyen a elevar nuestro quehacer cultural.
Felipe Merino. Sus trabajos dentro de la buena figuración con fuerte presencia del grafismo y aguadas de color reflejan una maestría poco común. Obras de gran formato plenamente realizadas tanto en lo técnico como en lo conceptual. Sin duda son de lo mejor del concurso. Lamentablemente no recibieron reconocimiento del jurado.
Edwin Rojas aunque presenta problemas no resueltos en la composición, su temática lo señala como uno de los buenos artistas de Valparaíso, cuyo desarrollo ha sido ascendente.
Negativo es el caso de Iván Duran y Claudia Wells que se aprecian como principiantes, lo que hace desmerecer la muestra.
En gráfica destaca notoriamente el porteño Jorge Barbagelata con su "Valparaíso 1886-1986", quien muestra una reiterada calidad. Su trabajo merecía una distinción. Es de fuerte e intensa impresión con una sugerente visión de Valparaíso.
Los demás aparecen muy regulares en el conjunto, algunos confusos, débiles e incluso Cecilia Otero con una desafortunada proyección de su maestro Francisco de la Puente.
La escultura ofrece un panorama más desalentador. Se destaca sobre todo, Iván Cabezón , ganador del concurso anterior. Ahora con tres obras cuya evolución lo lleva a trabajos con claras alusiones a instrumentos orientales, biombos volumétricos y armaduras de guerreros utilizando su material que le ha dado característica: La chatarra. Ahora muestra mayor fuerza, mejor aprovechamiento del material, mas sutileza e incluso una dificil finura unido todo a una impecable presentación. Es sin duda nuestro valor porteño más relevante con obras que abren la senda de un resurgimiento de la escultura tan decaida , en la ultima decada.
Carlos Figueroa con una ejecución y presentación impecable dentro del conceptualismo aparece como el otro escultor destacado en la exposición.
No ocurre lo mismo con el resto, se ve la utilización de malos materiales en Carlos Navarrete (cartón y pintura) y Sergio Cerón,( bronce y madera) desafortunados en la técnica y nada que decir en lo conceptual. En general los escultores presentados oscilan entre dos extremos. Así el premio de honor fue otorgado a José Vicente Gajardo por su obra ejecutada en granito, seguidor de tendencias volumétricas y ornamentales de la década del 60 su orientación característica de la Universidad de Concepción heredada de una antigua influencia de la Escuela de Canteros que ponía más énfasis en una técnica purista y artesanal antes que en una adecuada expresión estética, queda de manifiesto en la obra premiada.
El resultado del concurso sigue la senda del anterior. Faltan figuras importantes de la plástica joven a nivel nacional, reiteramos lo bajo de los premios y la conjunción de un jurado dispar aunque de buenos niveles individuales que ofrece un resultado cuyos efectos hemos analizado.
Carlos Lastarria Hermosilla

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1987


Arte y letras, del diario El Mercurio 18/01/1987
La Difícil Ingenuidad, Un Concurso
Por Waldemar Sommer

Parte de los participantes seleccionados y todos los premiados de una justa plástica convocada por la Universidad de Valparaíso, durante la primavera última, se muestran ahora al público santiaguino —Galería de la Plaza—. Se trata del Octavo Concurso Nacional de Arte Joven. Aparecen escasos nombres conocidos. Tampoco abundan las personalidades definidas. Mucho epígono, en cambio, de nuestros grandes artistas jóvenes. Destacan, eso sí, unos cuantos nombres. Jaime León, en primer término. La atmósfera sugerente, densa, que emana de su políptico, de ascética coloración, pero de claroscuro y tonos neutros muy ricos, proclama la experiencia de una verba independiente, madura.
Entre los pocos y casi nada atractivos escultores del concurso, una excepción, Carlos Figueroa. El carácter simbólico y las síntesis formales de su "cena" están bien concebidos y manifestados, aunque para actuar sobre el espectador necesita un amplio espacio vacío a su alrededor. Respecto al Gran Premio del certamen, la pieza en granito de José Vicente Gajardo, no pudo viajar por razones de peso y no resulta posible juzgarla por fotografías.
Un nombre nuevo en las disciplinas de dos dimensiones, Mario Antonio Ibarra. Logra él imponerse a través de un bien pintado lienzo, de sensibilidad expresionista y vigor considerable. Por su parte, Peter Kroeger obtiene con los gruesos trazos negros de su pintura un vago y curioso efecto de xilografía. Compuesto satisfactoriamente, este cuadro posee, no obstante, una zona confusa: la constituida por las formas que se aglomeran sobre el arco estructural derecho de la tela.
Josefina Guilisasti, mientras, ofrece un correcto estudio pictórico de doble personaje visto de espaldas. De Ornar Gatica se han expuesto obras neoexpresionistas más enjundiosas que su actual díptico. Pese a algún encanto en el detalle,el par de pinturas de Eduardo Ahumada, para terminar, tiene mucho de ilustración y de estampa chagallesca.
El enorme y merecido interés que hoy día despierta en todo el mundo la pintura ingenua, la convierte en atributo artístico de lo más apetecible. Así no faltan autores que, intelectualmente, ceden a ella como intermediario creador, por ajena que resulte a su sensibilidad. Por otro lado, las galerías de arte, de un modo periódico, están proponiendo —sobre todo en las principales urbes internacionales— flamantes descubrimientos de semejante clase; por desgracia, no muy a menudo la calidad de su producto consigue convencer. Es que el artista candoroso no se hace, nace. Sin embargo, debe reconocerse que las fronteras que delimitan ese ámbito de expresión tan particular son, a veces, harto brumosas. En Chile tenemos un caso magnífico en tal sentido. Asimismo, nuestro país cuenta con toda una pléyade — vivos y muertos— de cultores innatos de la ingenuidad.
Una demostración tangible de lo que acabamos de decir puede hallarse en la actual exposición de Galería La Fachada. Conviven ahí, junto a quienes recurren — en ocasiones rarísimas, con acierto— al recetario naive o a quienes sólo ostentan una aproximación más o menos relativa a espíritu primitivo, naifs indudables. Y en este último caso, cada uno de ellos se convierte en un microcosmos singular, de perfiles propios. Ubicamos viejos conocidos y otrqs que resultan novedad: María Luisa Bermúdez, Federico Lohse, Carlos Paeile, Arturo Rojo, Elisa Castro, Carlos Aceituno.
Bermúdez surge, esta vez, menos fantasiosa, apegándose a una realidad más bien pedestre; solamente el "florero" y su contrapunto ornamental proclaman las virtudes extraor-dinarias de la autora. Un frutero de bello colorido y el jarro, que incluye un inesperado par de plumas de pavo real, nos hablan de los méritos de Paeile. Si en Lohse el feísmo es ante todo formal — ¡qué crudeza de factura!—, sus imágenes pueriles encierran un ánimo naif muy puro. En cuanto al repertorio marinero de Rojo, aquí los "botes en alta mar" se convierten en una variación seductora. Castro y Aceituno resultan artistas mucho más recientes. Frente a los logros desiguales de sus compañeros de sala, el encanto de las descripciones ciudadanas, miniaturistas, morosas del segundo sabe mantenerse a través de los cinco lienzos con el barrio Bellavista como modelo. En Castro se da una audacia de concepción, simple y elemental. Su "maceta de flores" cuaja con plenitud esa característica. Otros participantes de esta muestra revelan, como anunciáramos antes, vínculos relativos — en mayor o menor grado— con la ingenuidad. "El alférez", de Guillermo Torres O., comparte, sin duda, el caudal de los pintores naifs, además de lucir un acorde cromático de vibrante limpieza. Menos próxima a aquéllos está Bernardita Zegers, cuya pequeña naturaleza muerta surge deleitosa. La novel Andrea Carreño, entretanto, deja asomar cierta dosis de surrealismo conceptual, que se materializa con bastante mayor riqueza de imagen en su pintura con un frutero sobre mesa, y al lado de la ventana. Todavía más lejanas que los anteriores parecen las dinámicas ornamentaciones de Livio Scamperle.
Francisco Muñoz y Gustavo Naranjo plasman la voluntad consciente de -expresarse mediante la verba nai've. Hasta cierto punto, eso lo consigue mejor Naranjo: hay equilibrio y alguna gracia en sus figuras al borde del agua y en la "caída de Adán". Muñoz, por el contrario, denota pesadez y abigarramiento en sus cuadros. Sin embargo, un hálito misterioso nace del fondo verdoso y de los espectadores de un vigoroso "circo" suyo. En lo que se refiere a las estampas de Lucía Pardo, éstas dependen demasiado de fórmulas pictóricas caribeñas. Finalmente, a Mario Atalah, fuera de hallarse en una órbita bien distinta a la primitiva, le falta aún desarrollo plástico bajo un orientador adecuado.

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