viernes, 27 de julio de 2007

1992


Catalogo Exposición "Pintura Joven" , Sala Viña del Mar , Chile-25/02/92

El yo pintar es un salvaje entusiasmo, un vuelo fijo, explosión y reserva, valorando en la obra la invención de formas reconocible de una manera insólita haciendo desconocidos momentos conocidos. Mario Ibarra(Paté)

______________________________________________________



La Estrella de Valparaíso 29/02/92
Crítica de arte
Pintura joven
Por ALVARO DONOSO

En sala "Viña del Mar" exponen diez jóvenes pintores chilenos, en un saturado montaje donde los óleos bajan por la escalera, comprimiendo al visitante. Algunos artistas son de Valparaíso, otros santiaguinos, sin explicarse la norma utilizada para su selección.
Los autores de este tumulto de 77 pinturas combaten ferozmente en los muros, sin permitir un centímetro de aliento. Tanto así, que han debido colocarse caballetes para exhibir aún más óleos.
El espectador debe adivinar quiénes son los expositores, pues las obras carecen de identificación, estando muchas de ellas sin firma. El confuso catálogo no ayuda, pues no aparece en él mayor información o curriculum.
En suma, el caos que ya se ha hecho habitual en sala "Viña del Mar", cuya categoría ha descendido notoriamente en el último tiempo. Más vale no recordar el reciente mercado persa del arte, cuando aquel sitio se transformó en sucursal de la feria sabatina de avenida Argentina.
De los exponentes, sobresale el porteño Mario Ibarra, que ahora se firma "Paté" por alguna ignorada razón, quizás para confundir aún más al observador. Ofrece once grandes pinturas y vence en esta lucha encarnizada, dominando el lugar. Su color se muestra más limpio e
in-
tenso, y como siempre, con su vigorosa temática expresionista, hoy con una composición de mayor equilibrio, aunque violenta. Rojos y amarillos surgen con desenfreno; los gatos se han convertido en tigres y los apacibles perros de los cerros del puerto, en lobos salvajes.
Lo acompaña en calidad Gonzalo llabaca, de Santiago, que atinadamente ya no se firma "Yuri U.K.". Exhibe seis óleos. Su personalidad se acentúa cada vez, con sus figuras humanas hieráticas rodeadas de grafismos que enriquecen el lienzo. Trozos de tela virgen permanecen al descubierto, aliviando el impacto visual.
Eduardo Ahumada ha experimentado un cambio en su producción. En sus ocho obras presentadas, el color se ha purificado y enriquecido, definiéndose en planos en desmedro de sus temas fantásticos anteriores. Las figuras ya no vuelan, están ahora sólidamente ancladas en tierra, Los personajes ya no tienen alas, permanecen de pie o tranquilamente sentados.
Patricio Bruna presenta una violencia colorística agresiva. Han desaparecido aquellos grises y ocres de antaño. Seres de un bermellón intenso donde el fondo adquiere más importancia que la forma, golpean al abrumado observador. Bruna transita por una etapa pictórica en la cual no lo acompaña la fortuna. En el catálogo indica: "No pinto por encantar o hacer el halago fácil en las pupilas habituadas". Al razonar, lo hace bien.
Ramón Quiroz felizmente se muestra más lírico, un oasis de paz en el maremagnum de la exposición. Dispone de tonos finos y sencilla composición, con diagonales equilibradas, aliviando el ojo y tranquilizando al espectador.
Edgar del Canto, Walter Rivera, Eduardo Mena y Salvador Hernández, abigarrados en su paleta se pierden en formalismos litúrgicos donde sus trabajos son tan semejantes, que turban con la impresión de verse repetidos. En los dos últimos, el negro predomina en demasía, ofreciendo un ambiente tenebroso como las leyendas demoníacas de H. P. Lovecraft.
Por último, vemos a Christian Correa, quien posee individualidad propia. Reflexivo, realista y fácilmente identificable entre la selva llameante de la exhibición, utiliza una técnica depurada, aunque con algunas fallas de dibujo, Para pintar un realismo tan acentuado, el dibujo debe ser perfecto. En algunas telas recurre a una composición básica, dividiendo el rectángulo en dos partes iguales, restándoles dinamismo. En su estudiado oficio, el color aún no lo apoya.
Una exposición enmarañada e irregular, que sólo salvan Mario Ibarra y Gonzalo llabaca, ambos sólidos en su quehacer. En la organización faltó criterio y un buen jardinero con afiladas tijeras de podar, como corresponde a una Ciudad Jardín.

_____________________________________________


La Estrella de Valparaíso 06/08/94
"Levántate y anda"
Por ALVARO DONOSO

Según el evangelio de San Juan, había fallecido Lázaro, hermano de María Magdalena. Cuatro días estaba ya en su tumba cuando llegó Jesús y pronunció estas palabras: "Levántate y anda". Y el muerto resucitó.
Hace falta ahora Jesús que ordene al Concurso Nacional de Arte Joven de la Universidad de Valparaíso un "Levántate y anda", para que este certamen vuelva a la vida que poseía hace cuatro años. Desgraciadamente, aquel esperado milagro no se ha repetido.
Hoy, 58 obras plásticas atiborran la sala "El Farol", comprimidas en dos locales que anteriormente eran tres. La tercera sala fue convertida en oficina.
En esta XIV versión, el montaje del concurso ha sido fatal, como Lázaro antes de la visita de Jesús. Óleos sobre las puertas; sobre la escalera que conduce al inexistente segundo piso; sobre los ventanales a tres metros de altura, lejanías que impiden su visión. Es una exposición para jirafas. Las obras restantes, colocadas en amplias láminas de cartón corrugado, no mejoran la situación, pues producen densas zonas de sombra que oscurecen el lugar.
El certamen está dividido en cuatro secciones: Pintura, Escultura, Gráfica y
Técnicas Experimentales, con una distinción para cada una, más el Premio de Honor "Universidad de Valparaíso". Este recayó en un óleo de Andrés Díaz Contreras, titulado "América". Merece describirse: Una gran tela negra de grueso empaste, donde en su lado derecho está adherida la piel abierta de una gran rata de los cauces porteños. Todo, cubierto por una espesa capa de barniz para que el roedor no escape. Debe recordarse que tal obra es de adquisición e implementará la colección que ya posee la Universidad. ¿En cuál oficina será colocada? Un limitado concepto de América posee su autor.
Quizás por pudor del jurado, el premio de Escultura fue declarado desierto. Los demás galardones principales fueron otorgados a sólo intentos de alguna nueva ciencia aún no clasificada.
En tal maremagnum tres Menciones Honrosas deben destacarse: Robinson Barría, artista de Puerto Varas, presenta una escultura en madera que sobresale entre sus hermanas. Esta vez Barría trabaja el material sin el acabado pulido de sus creaciones anteriores, que les confería mayor delicadeza. Mario Ibarra Catalán, que por ignoradas razones se firma ahora "Paté", ofrece su "Llanero Solitario", enérgica pintura en su temática y ejecución, que merecía mejor suerte en la premiación. Juan Carlos Montes de Oca, de gran imaginación, muestra dos cajas conceptuales con pequeños objetos de desecho colocados sobre paños de algodón gris. Allí, trozos de tijeras, clavos, alambres, artículos de hospital, en breves cubículos proyectan una imagen angustiosa del hombre contemporáneo, negra ironía que su autor maneja con destreza. Montes de Oca participó hace poco en Valparaíso, en una muestra de arte conceptual titulada "Realidad emergente", con el mismo espíritu inquisitivo que logra la atención.
Dentro del conjunto, el único toque de humor pertenece a Cristóbal Voigt, con una escultura-artefacto de madera. Con ella, una brisa fresca penetra a la sala "El Farol". En sección Gráfica, hoy notablemente disminuida, Marta Raposo ofrece una excelente aguatinta en blanco y negro, llamada "Rotta"; y Víctor Maturana, garras serigráficas de gran efecto.
Edwin Rojas muestra dos amplios óleos, de factura descuidada pero con una composición más equilibrada. Esta vez no le sobran los rincones del rectángulo.
En la sala, un enigmático perro negro transitaba entre las esculturas, levantando su pata trasera junto a los bloques de madera de Robinson Barría. Los confundió con un árbol. No se sabe si formaba parte de alguna instalación móvil o era un inesperado visitante que entró bajo las narices del vigilante.
En general, la falta de oficio de los artistas participantes es notoria, a excepción de los escasos nombres mencionados. En el "XIV Concurso de Arte Joven 1992", Lazaro continúa en su tumba; la resurrección no se ha producido.

________________________


La Estrella de Valparaíso 08/08/92

¿Arte joven, joven arte?
Critica de Arte
Por Carlos Lastarria

En el Centro de Extensión de la Universidad de Valparaíso se presenta la decimocuarta versión del Concurso de Arte Joven que, cercano a sus quince años de existencia, atraviesa por un largo letargo inaceptable para lo que se supone arte hecho por jóvenes.

El título de este artículo, tomado al profesor Daniel Santelices de su texto en el catálogo, y algunos de sus conceptos tales como: que no estamos ante jóvenes tendencias, que por ser jóvenes no se les excusa de ser creadores; de apropiación desfachatada y de ausencia de propuestas, se visualizan claramente al recorrer la muestra.
Lo primero que se aprecia es el montaje. Una interesante presentación, pero apretada en un muy limitado espacio. El espectador queda aplastado ante tanta obra con tan poca perspectiva visual. Lo segundo es la imposibilidad de apreciar algunas obras que están a tres metros de altura. Tendría que haber llevado una escala de tijera. Pero eso de las alturas me produce vértigo, además del vértigo que producen las obras, doble problema para el ejercicio de la crítica.
Lo tercero es encontrar calidad y propuestas nuevas que deberían ser connaturales a los jóvenes. Aquí más parece que estamos ante una tercera edad de plástica, amén de una gran falta de audacia, imaginación y dominio técnico.
El premio de honor a Andrés Díaz, una empastada tela, en exceso, con abuso de barnices y con una piel de un gigantesco "guarén", no producen el impacto ecológico que pretende, no saca partido a los negros, ocres y grises, y está lejos de tener la consistencia de un Tapies. Pero se destacan: Edwin Rojas y Mario Ibarra con sus propuestas definidas y su lenguaje claro. Victorio Queirolo con sus temas de bicicletas logra decir algo y tiene dominio de la composición. Mario Sánchez, con sus ocres y figuras autóctonas, al igual que Lorenzo Moya, en el expresionismo abstracto, también son acertados en sus imágenes.
La escultura, como siempre, es escasa. Predominan las maderas y las máquinas o artefactos curiosos, como una de Cris-tóbal Voigt y se destaca Robinson Barría por un recio trabajo de bloques de madera y una acertada unión de metal y madera, domina los volúmenes y ia armonía se conjuga con los elementos utilizados.

La gráfica no está a la altura de otros concursos, se abusa de lo ecológico, de las cosas viejas y los desechos. Al parecer no saben reutilizarlos como para expresar algo bien logrado. Destacan Pablo Valdebenito por su buena técnica; Ximena Somosa, su limpio blanco-gris y simplicidad; Juan Montes de Oca que irónico arma cajas con objetos viejos que transmite un contenido y un mensaje; Alejandra Bendel, Víctor Maturana, Marta Raposo y Pascual Araya en gráfica y grabado muestran oficio que salva la sección gráfica del concurso.
Un concurso más del que no hay mucho que decir. Los artistas jóvenes no tienen mucho que crear y la crítica no tiene más que comentar; sólo esperar que el arte joven sea realmente joven, fresco, dinámico, audaz y hasta romántico. ¿Es esto mucho pedir? Estamos frente a una generación abúlica y en el arte esto se nota.


___________________________



Diario La Estrella de Valparaíso- 07/10/1992

"El arte de pintar es tratar de conocerse todos los días"

"La pintura, como expresión de arte, es un tratar de conocerse todos los días... asombrarse consigo mismo, buscar permanentemente." Es uno de los pensamientos de Mario Ibarra Catalán, 31 años, ganador, categoría "A" del concurso "Pintando a Valparaíso en Septiembre", con el tema "Ascensores porteños".
Tras de su obra galardonada hay una decena de años de trabajo, hecho con constancia y tenacidad. Ha sido la opción de su vida, desde el momento que sintió la necesidad de expresión. Surge, sale de él, un deseo de desarrollarse.
Nacido y criado en el cerro Alegre de Valparaíso. Al despojarse del uniforme al término de su Servicio Militar se acerca al Bellas Artes, pero su paso resulta fugaz. Le pincha el neumático del auto del profesor y lo echan del primer año. Pero, insiste.
No abandona los pinceles, porque vuelve al tiempo y con dos años de estudios, comienza con el grabado, se perfecciona en pintura...
Pintaba todo lo que veía a su alrededor, la vida, la pareja, la familia, el Valparaíso de cerros y callejuelas.
En 1984 experimenta una gran satisfacción: logra premio en el salón Regional de Artes Plásticas. Le estimula para proseguir obteniendo menciones honrosas, una de ellas en el Concurso Nacional de Arte Joven.
Tres años después logra Premio de Honor en el Noveno Concurso Nacional de Arte Joven, con exhibición en el Museo de Arte Moderno en la Universidad de Valparaíso.
Desde entonces busca expresiones figurativas. Sus óleos son en formatos grandes de 2 x 1.80 y las figuras habituales, el hombre, la soledad, la televisión, el hombre animal, la lluvia de perros, el suspiro del ánima.
Tiene a su haber 14 premios, muchas menciones honrosas, tres premios mención honrosa Nacional de Pinturas Color del Sur y mención honrosa de Arte Joven en la Universidad de Valparaíso.
Por ser porteño sube y baja en los ascensores y, por supuesto, los admira. Eso lo estimuló para adjudicarse el primer premio del Concurso "Ascensores porteños" organizado por la Municipalidad de Valparaíso.

____________________________________